
Fernando Casado, director del Centro de Alianzas para el Desarrollo (CAD), analizó en la Escuela Jovellanos el programa de la ONU para la erradicación de la pobreza.
elcomercio.es 16/06/2006
Fernando Casado Cañeque es el coordinador general de Naciones Unidas de la Campaña del Milenio. Esta iniciativa se puso en marcha en 2002 para evitar que los objetivos de la Declaración del Milenio, firmada dos años antes por 191 países, cayeran en saco roto. Casado analizó ayer en Gijón, en el marco del XII Seminario sobre Gestión Pública Local, que este año se dedica al papel de los gobiernos locales en el desarrollo, la evolución del programa.
¿Cuáles son los objetivos a los que se comprometieron los países firmantes?
El primero, erradicar la pobreza extrema y el hambre; después, asegurar la educación primaria universal, reducir la mortalidad infantil, prevenir enfermedades como el sida y la tuberculosis y garantizar la sostenibilidad del medio ambiente. Todo antes de 2015.
Casi nada.
Para los sectores no sensibilizados con el tema de cooperación pueden parecer unos objetivos muy ambiciosos, pero cuando se realizó la declaración hubo muchas críticas, porque se consideró que era un programa de mínimos.
¿Se pueden lograr los objetivos del Milenio?
Sí, incluso sin que todos los países llegarán a destinar el 0,7%. No se trata de un problema de financiación, simplemente de falta de voluntad política.
Entonces, ¿no se llevan a cabo porque hay intereses de algún tipo para evitar el desarrollo de los países pobres?
No es tanto un tema de intereses como de ignorancia. Si se analiza la repercusión que está teniendo la pobreza, está claro que a nadie le interesa que haya gente pobre y desesperada, porque esa situación lleva al terrorismo, a la emigración, a los asaltos a las viviendas con extrema violencia. Eso es desesperación por las desigualdades económicas. El problema es que a las personas les cuesta vincular la pobreza extrema con estos efectos indirectos.
El objetivo de la Campaña del Milenio es conseguir que los ciudadanos se den cuenta de este problema y exijan a sus respectivos gobiernos el cumplimiento de los objetivos firmados en 2000. ¿Qué papel cumplen los ayuntamientos en esta movilización?
El año pasado nos dimos cuenta de que, a pesar de todos los esfuerzos, los estados seguían sin cumplir sus promesas. Por eso no fijamos como prioridad trabajar con las ciudades y los ayuntamientos, porque son las instituciones más cercanas a los ciudadanos y pueden hacerles llegar este mensaje.
¿La población no se ha implicado aún?
España es un país solidario y la juventud esta preocupada y quiere hacer cosas. El problema es que el discurso político de cooperación es muy elitista y no llega a la calle.
¿Qué objetivos se han logrado hasta ahora y cuáles se plantean para este y el próximo año?
2005 fue el año de la decepción esperanzadora, porque los logros fueron escasos -se ha doblado el presupuesto destinado a ayuda y condonado la deuda externa a 18 países-, pero se ha ratificado la voluntad de los países para cumplir los objetivos. El punto de inflexión será 2007, el año en el que se movilice a la gente para pedir más apoyos para el proyecto. Este año, se convocará un acto para que la gente de todo el mundo se levante contra la pobreza. La cita será el 15 de octubre a las 11 horas.
Hambre y corrupción.
Quizás ese día sea noticia, pero hoy, que miles de personas se mueran de hambre, parece que ya no lo es.
Los medios de comunicación tienen una gran responsabilidad en este asunto. En el mundo hay 800 millones de personas desnutridas que no pueden ni siquiera salir a trabajar porque no tienen fuerzas. Que esto no ocupe ni siquiera una reseña en la sección de sociedad es un problema. La ignorancia mediática genera apatía y hace que toleremos esta situación. Lo más triste es que el problema del hambre se podría solucionar en un año si hubiera voluntad política.
Falta voluntad política por parte de los países desarrollados, pero también hay un problema de corrupción en los que requieren de su ayuda.
La corrupción es un problema muy grave, pero no es una cuestión exclusiva de los países en vías de desarrollo. La corrupción puede que sea el producto más universal. Para evitar que las ayudas se pierdan por este y otros motivos es importante incidir en la cooperación descentralizada.