

Foto: Jamal Dawoodpoto en Unsplash
Cuando el mundo paró, muchos esperaron que el clima, finalmente, respirara. Pararon los aviones. Los coches. La actividad industrial. Y sí, se redujeron las emisiones de dióxido de carbono (CO2) y las de dióxido de nitrógeno (NO2). El cielo de las ciudades se despejó; los ríos se hicieron trasparentes; los delfines regresaron al mediterráneo y hasta volvieron los peces y la fauna marina a los canales de Venecia.
¿Pero sirvió de algo? Según el Global Carbon Project, no. Esta iniciativa, que analiza las emisiones de gases de efecto invernadero a través de las actividades humanas en el sistema terrestre, analizó las emisiones antes, durante y después de la pandemia. Según sus conclusiones, varios sectores han vuelto a liberar tantos gases de efecto invernadero como en 2019 (que de hecho fue el año que batió el récord histórico mundial, con 43 gigatoneladas emitidas a la atmosfera).
El informe del Global Carbon Project aumenta las malas noticias anunciadas por el sexto informe del panel de expertos de la ONU, el IPCC, que el agosto pasado concluyó que nadie está ya a salvo de los daños que provoca la crisis climática.
António Guterres, Secretario General de Naciones Unidas, fue atípicamente contundente: “El tiempo se agota. Todavía vamos con un retraso significativo para cumplir los objetivos del Acuerdo de París y a menos que haya un recorte inmediato y a gran escala de las emisiones, sería imposible limitar el calentamiento a 1,5ºC».
Hay mucho en juego. Como todos estamos observando, el calentamiento global está generando temperaturas más cálidas, tormentas más intensas y olas de calor más fuertes. Ello provoca sequías y aumenta el riesgo de incendios que conllevan a la deforestación y la desertización del planeta.
Por otro lado, el derretimiento de los glaciares genera que aumente el nivel del mar y ello afectará los patrones de circulación del agua en los océanos, amenazando la supervivencia de especies de flora y fauna que viven en dichos ecosistemas; además de hacer que muchas islas desaparezcan y ciudades pierdan parte de su superficie al mar. También se generarán cambios sustanciales en la disponibilidad de agua para beber y para el riego.
Y, por encima de todo, se estima que más de 8 millones de personas en todo el mundo mueren cada año por respirar aire contaminado que contiene partículas de emisiones de combustibles fósiles, un número significativamente mayor de lo que los investigadores creían anteriormente. Según los autores de la investigación que publicó estos datos en la revista Environmental Research, ello implica que casi una de cada cinco muertes ocurridas a nivel global es a raíz de la contaminación atmosférica.
El Programa de Medio Ambiente para Naciones Unidas (PNUMA) acusa que, cinco años después de la adopción del Acuerdo de París, no se ha avanzado en la consecución de los objetivos. Las emisiones mundiales deben ser 15 gigatoneladas de dióxido de carbono equivalente (GtCO2e) más bajas de lo que representan las contribuciones determinadas a nivel nacional (CDN) incondicionales vigentes para cumplir el objetivo de 2 °C; y 32 GtCO2e más bajas para alcanzar el objetivo de 1,5 °C.


En este contexto, Guterres realiza un llamamiento a la acción: “En la cumbre COP26 de Glasgow los estados deben presentar sus estrategias climáticas. Los cálculos indican que, todas juntos, deben suponer un recorte del 45% de las emisiones mundiales de 2010. Con lo hay encima de la mesa, de momento, el bocado se quedaría en la mitad de lo necesario”.
A nivel de actuaciones concretas, la COP26 que acaba de empezar requiere lo siguiente:
Asegurar el cero neto global para mediados de siglo y mantener 1,5 grados al alcance: Se les pide a los países que presenten objetivos ambiciosos de reducción de emisiones para 2030 que se alineen con alcanzar el cero neto para 2050. Ello solo se podrá hacer acelerando la eliminación del carbón, reduciendo la deforestación, acelerando el cambio a vehículos eléctricos y fomentando la inversión en energías renovables).
Adaptarse para proteger comunidades y hábitats naturales: Trabajar juntos para permitir y alentar a los países afectados por el cambio climático a proteger y restaurar ecosistemas, así como construir defensas, sistemas de alerta e infraestructura y agricultura resilientes para evitar la pérdida de hogares y vidas.
Movilizar la financiación: Los países desarrollados tienen el objetivo de movilizar al menos $100 mil millones en financiamiento climático por año y en esta COP26 se revisará dicho compromiso.
Trabajar juntos para cumplir: Se hace un llamamiento para hacer frente a los desafíos de la crisis climática trabajando juntos. Se propone sobretodo cumplir con la declaración de París acelerar la acción para abordar la crisis climática a través de la colaboración entre gobiernos, empresas y sociedad civil.
Son metas ambiciosas, sí, pero inevitables. Y para ello se solicita una solidaridad mucho mayor de la actual, que incluya la plena entrega del compromiso de financiación climática para poder ayudar también a los países en desarrollo a tomar medidas climáticas. Aunque se lleva repitiendo desde hace más de dos décadas, parece que finalmente va ganando peso el concepto de que no hay alternativa si queremos lograr un futuro más seguro, sostenible y próspero para todos. Nos vamos quedando sin tiempo.