

Philippe Jochaud es socio cofundador de GlobalCAD. Está especializado en alianzas para el desarrollo y cuenta con más 15 años de experiencia trabajando en áreas relacionadas con el compromiso del sector privado, el crecimiento verde y azul, la adaptación al cambio climático, los negocios inclusivos o la evaluación, entre otras.
Ha proporcionado asesoramiento estratégico y técnico, formación y desarrollo de capacidades a múltiples organizaciones internacionales, incluidas agencias y fondos de NN. UU., organizaciones del sector privado, así como ONG, y es autor de varias publicaciones sobre alianzas para el desarrollo, crecimiento verde y emprendimiento juvenil, entre otras.
El equipo de Comunicación de GlobalCAD conversó con él con motivo de la celebración del Día Mundial de los Océanos, que este año gira en torno al tema «El océano: Vida y Medios de subsistencia».
Los océanos se consideran los pulmones de nuestro planeta, una importante fuente de alimentos y medicinas, así como una parte fundamental de la biosfera. Según el Pacto Mundial de las Naciones Unidas, la pesca marina proporciona 57 millones de puestos de trabajo en todo el mundo, y constituye la principal fuente de proteínas para más del 50% de la población de los países menos desarrollados. Sin embargo, la protección de los océanos se enfrenta a enormes desafíos, debido al cambio climático, la contaminación marina, el turismo, la degradación de los ecosistemas y la sobrepesca.
Philippe señala que nuestro modelo no funciona a largo plazo, lo que nos pone en peligro como humanidad. Para él, encontrar un equilibrio entre la vida y los medios de subsistencia es el último reto de la humanidad.
GC: Los retos del siglo XXI evidencian la necesidad de un enfoque global y transversal del desarrollo humano. ¿Cómo sigue el sector de la cooperación estos planteamientos?
PJ: El sector de la cooperación es un término muy amplio que refleja muchas realidades diferentes. Los Objetivos de Desarrollo del Milenio y más tarde los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) han contribuido, sin duda, a crear un sentido de alineación global que ha evolucionado en los últimos 20 años.
Mientras que los Objetivos de Desarrollo del Milenio se centraban principalmente en el Sur y en los países pobres, reflejando la forma tradicional de ver la cooperación (en la que el Norte ayuda al Sur), los ODS y la Agenda 2030 suponen un interesante cambio de enfoque: «todos estamos en el mismo barco, tanto el Norte como el Sur».
Los campos de batalla tradicionales se mantienen (pobreza, educación, higiene y saneamiento) pero hay varios temas nuevos que urge abordar, como la economía lineal y el que probablemente sea nuestro principal reto como especie: el cambio climático.


GC: ¿Qué te llevó a trabajar en el desarrollo humano?
PJ: Varias cosas. Mis primeros años profesionales fueron muy variados. Trabajé en varios sectores antes de encontrar mi campo. Quería que mi trabajo tuviera sentido, ya fuera trabajando en el medio ambiente (que desde mi infancia, siempre ha constituido una preocupación) o en aspectos más humanos.
Creo mucho en la necesidad de apoyar la concepción y la integración de las políticas públicas pertinentes. Esta es probablemente la principal misión de las agencias de NN.UU. y de los fondos con los que tanto trabajamos: establecer estándares y normas internacionales basados en conocimientos sólidos que puedan apoyar a los países para que avancen en su trabajo en temas esenciales, como la pobreza, la educación o el cambio climático, entre otros.
En este sentido, ejerciendo como consultores, gran parte de nuestro trabajo gira en torno a esto: la generación de conocimientos, el desarrollo de capacidades o el apoyo técnico en estas áreas clave.
En una época en la que el sector privado, el cortoplacismo y la rapidez se imponen cada vez más, es conveniente recordar la importancia de encontrar un equilibrio entre un sector público sólido que defienda el interés general a largo plazo con unas políticas y reglamentos pertinentes e instituciones eficaces.
Por supuesto, a nivel más personal, uno de los aspectos más atractivos de esta profesión ha resultado ser el hecho de poder viajar y trabajar con personas de muchos países, culturas y contextos diferentes. Ha sido muy gratificante y me ha permitido ampliar mi visión de las cosas, lo cual es un gran privilegio.
GC: ¿Qué has aprendido de todos estos años de trabajo en el sector?
PJ: ¡Qué pregunta tan difícil!
Lo primero que me viene a la mente es lo que nos dijo una vez un emprendedor social de Senegal: quiero trabajar con gente que tenga hambre; no hambre física, sino hambre espiritual: gente que quiera hacer cosas, que tenga ganas de producir cambios.
Tengo muy presente esta idea: en nuestro sector no podemos obligar a la gente a desear el cambio. Si no hay una necesidad real, una intención, no tiene sentido forzar las cosas. Lo que hacemos es buscar a otros actores que se encuentren motivados y proponemos soluciones conjuntas, enfoques y herramientas que creemos que pueden añadir valor en el proceso de cambio.
Todos estos años trabajando en alianzas intersectoriales también confirmaron mi convicción de la necesidad de crear vínculos entre sectores y personas para el desarrollo. Nadie puede trabajar en solitario; es importante mantener una visión amplia. Eso es lo que intentamos fomentar a través de nuestro trabajo en las alianzas para el desarrollo.


GC: Cuéntanos un poco más sobre tu relación con la protección de los océanos.
PJ: Es un tema muy importante y con el que me siento muy vinculado, ya que crecí junto al océano y además me apasiona la navegación, lo que me ha llevado a viajar y conocer mejor los océanos.
Los océanos son la fuente de la vida en la tierra y al protegerlos nos protegemos a nosotros mismos. Solíamos pensar que eran tan grandes que no podíamos ejercer un impacto significativo sobre ellos… ¡pues ahí se ha demostrado que estamos equivocados! Nuestra capacidad de contaminar y destruir la biodiversidad ha quedado bien demostrada y es realmente espantosa. En cierto modo, el estado de los océanos es un buen indicador/reflejo de lo poco sostenible que es nuestro modo de vida.
Tomemos el ejemplo del Mar Mediterráneo: el 78% de las poblaciones de peces están sobreexplotadas, el 70% de los humedales han sido destruidos desde los años 70, y así sucesivamente: la región mediterránea está utilizando unas tres veces más recursos naturales de los que sus ecosistemas pueden proporcionar.
Hay una necesidad real de cambio. En eso estamos trabajando, por ejemplo, con la Unión por el Mediterráneo para apoyar la creación de una agenda conjunta (agenda 2030GreenerMed) en el Mediterráneo. Esta agenda trata de aumentar la coordinación para mejorar el medio ambiente en el Mediterráneo. No es una tarea fácil, pero esperamos que pueda aportar algún cambio.
Otra cuestión relacionada con los océanos es la erosión costera en un contexto de cambio climático. La gestión de las costas es un proceso complejo muy necesario para adaptarse al cambio climático. Este es un tema en el que he estado trabajando en los últimos años con el CTCN en África Occidental o con el Banco Mundial con el programa West Africa Coastal Area (WACA). La combinación de la urbanización costera y el cambio climático puede ser a veces terrible, actualmente este fenómeno ya afecta a millones de personas y su número aumentará con el paso de los años.
Se necesitan estrategias y políticas adecuadas para afrontarlo, pero se trata de procesos complejos en los que intervienen múltiples partes interesadas y que necesitan la colaboración de muchos.


GC: El tema del Día Mundial de los Océanos de este año es «La Vida y los Medios de Subsistencia». ¿Cuál es el punto de equilibrio entre estos dos ejes?
PJ: Encontrar este equilibrio podría ser el último reto de la humanidad. Tenemos un modelo que ha permitido muchos progresos humanos, pero a menudo a expensas de la destrucción de la vida, y lo que vemos es que esto no funciona a largo plazo: los modelos lineales basados en el consumo masivo y en la producción de residuos nos han llevado a un callejón sin salida.
La humanidad empieza a comprender (a veces, a las malas) que hay que cambiar aspectos fundamentales. El primero, basado en la economía del siglo XVIII, es la creencia errónea de que tenemos recursos infinitos en la tierra.
Los recursos son finitos y la economía circular es el único camino a largo plazo. Los próximos 50 años serán muy emocionantes, ya que aceleraremos la transición hacia caminos más sostenibles. Moderación en el consumo, innovación circular y valorización creciente de los residuos: todo esto es necesario para encontrar un equilibrio en el que nuestros medios de vida no destruyan la vida… ¡y sin vida no hace falta decir que no hay sustento!


GC: ¿Nos puedes decir una acción sencilla que cada persona pueda hacer para proteger los océanos?
PJ: Todo lo que se hace se puede mejorar y de forma más sostenible, ya sea en el ámbito del turismo, de la pesca, del transporte marítimo, etc.
Cada persona tiene poder a través de sus patrones de consumo. Elegir un destino turístico en base a criterios de sostenibilidad, consumir un tipo de pescado local de origen artesanal (frente a la pesca industrial de lugares remotos), evitar los plásticos de un solo uso, etc. Hay muchas formas de poner en práctica un consumo más consciente, o más eficiente, reduciendo la cantidad del mismo. Últimamente, está aumentando el interés por la moderación y la sobriedad.
Por otro lado, hay que apoyar la adopción de leyes y reglamentos que protejan los océanos de la contaminación, y actuar también a nivel local siempre que se pueda.