Tecnología Inclusiva: ¿motor de desarrollo o acelerador de desigualdad?

«Señal», la fotografía de John Stanmeyer ganadora del World Press Photo, muestra a emigrantes en la costa de Djibouti intentando captar la señal de Internet 

Se ha hablado mucho del papel que juega la tecnología potenciando el desarrollo y ayudando a lograr los Objetivos de Desarrollo Sostenible.  Los beneficios de la tecnología digital contribuyendo a la Agenda 2030 están bien integrados y documentados. 

No solo a través del Objetivo 9 (industria, innovación e infraestructura), sino de manera transversal a través de todos los 17 objetivos, y existe una aceptación general muy consolidada  del papel fundamental que juega la tecnología digital ayudando a alcanzar los objetivos para el año 2030.

A pesar del entusiasmo tecnológico en el impacto potencial en el desarrollo, que ya era alto hace una década, los últimos avances y aplicaciones tecnológicas han desbordado las expectativas.

La velocidad de la innovación provoca disrupciones sociales impredecibles y la aparición de nuevas tecnologías ha abierto radicalmente la caja de pandora: la inteligencia artificial, la robótica, el blockchain, la computación quántica, la realidad virtual o el internet de las cosas, abren todo un océano de posibilidades de difícil previsión e impacto.

No hay duda de los efectos positivos que van a generar a la lucha en contra de la pobreza, pero hay un gran desconocimiento sobre el coste y las consecuencias que conllevará la aplicación de esas tecnologías.

Indudablemente, la tecnología contribuirá a minimizar la desigualdad y la eficacia de la gestión del desarrollo, al proporcionar mejor acceso a servicios básicos, como salud electrónica o educación en línea; o tener la capacidad de facilitar la conexión entre ciudadanos y gobiernos, a través de herramientas digitales que también mejorarán la transparencia y reducirán la corrupción.

Pero obviamente, se requerirán nuevas políticas y un nuevo marco regulatorio que permita dirigir esta transición tecnológica de manera segura hacia sociedades más inclusivas, que eviten la monopolización de los generadores y almacenadores de datos, así como la intimidad y privacidad de los usuarios.

Por otro lado, a medida que la tecnología avanza y pasamos ya a modelo 5G de velocidad e intercambio de información, existe la creciente preocupación de que estas nuevas tecnologías ensanchen todavía más la brecha entre los aventajados y los vulnerables.

El lema de los ODS que tanto hemos escuchado estos últimos años, no dejar a nadie atrás, corre el riesgo de verse todavía más afectado con una desigualdad creciente entre los que tienen acceso a la tecnología digital y los que no.

Los unos, que podrán utilizar la agregación de datos automatizada para mejorar su toma de decisiones de forma recurrente e incremental; y los otros, que entrarán en una nueva categoría de vulnerabilidad y discriminación todavía desconocida: los analfabetos digitales.

Por lo tanto, es preciso integrar la tecnología en los modelos de desarrollo para mejorar su eficiencia y su eficacia; pero también poner esfuerzos en regular y democratizar el acceso a la tecnología, de forma que sea realmente una herramienta que genere oportunidades para todos los miembros de la sociedad; y no acabe convirtiéndose en la herramienta que permita a élites privilegiadas continuar distanciándose del resto.

Fernando Casado
Fernando Casado
Fernando es el fundador y director de CAD. Es doctor en economía y periodista especializado en desarrollo global. @Fernando_Casado