

Acabó la COP23. Y la sensación es una mezcla de apatía, con baja adrenalina, aunque con algunos brotes de esperanza, eso sí, regados con resignación.
Quizá lo más positivo del evento es que la salida estadounidense del Acuerdo de París se quedó en eso, la salida de un país: ni creó estampida general, ni hubo efecto dominó, ni se bajó la guardia en la determinación internacional de lograr un consenso global de cara a la lucha contra el cambio climático.
Al revés, el número de senadores demócratas y alcaldes de ciudades de Estados Unidos que se vieron por los pasillos confirmaba que gran parte del pueblo estadounidense cree que el interés de su seguridad nacional es lidiar con el cambio climático (y estas son palabras del ex -alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg).
Por otro lado, ya fuera por ineficacia o inexperiencia en negociaciones de este tipo (que puede ser) o por estrategia intencionada (que sería curioso), la delegación de Estados Unidos, según los expertos, no bloqueó nada y se mantuvo neutral. Para más inri, los negociadores constataron que China e India tampoco quisieron usar el vacío que dejó Estados Unidos para obtener ventaja.
Así que, en contra de los pronósticos mas alarmistas, calma chicha y marea baja por los pasillos de Bonn; y un continuismo demasiado apacible en el frente climático.


Los gobiernos de Alemania y Fiji en la COP23 en Bonn
Pero mientras parece que nos encaminamos cada vez más hacia esos catastróficos tres grados de calentamiento global, no se percibió, para nada, ni ese sentimiento de urgencia que algunos tanto solicitábamos, ni ninguna propuesta de iniciativas que pareciera ir orientada a lograr uno de los objetivos más ambiciosos de París: mantener un nivel de calentamiento de 1,5 grados.
Para poder llegar a un estado por debajo de los dos grados, existen dos frentes fundamentales que no están siendo priorizados con la radicalidad que se exige: por un lado, superar la dependencia del carbón y promover la energía limpia (curiosamente, el único evento que organizó Estados Unidos en Bonn fue para promover el carbón limpio); por el otro, garantizar la movilidad sostenible y potenciar flotas de transporte eléctricos.
Para confirmar que la voluntad política está a la altura de los retos climáticos, tendremos que ver si el Diálogo de Talanoa propone alternativas ambiciosas de reducción de emisiones con vistas al 2020; pero, sobre todo, si se detalla y es asignada la financiación que los países industrializados prometieron para la adaptación al calentamiento global de los países en desarrollo (100,000 millones de dólares en la COP de Copenhague en 2009).
Fotos: UNclimatechange en Flickr. CC BY-NC-SA 2.0